Sheinbaum Mantiene el “Perdón Pendiente” de la Conquista como Obstáculo para la Plena Reconciliación Bilateral
Por Melchisedech D. Angulo Torres/ Politólogo
La relación entre México y España se encuentra en una encrucijada diplomática, marcada por una cordialidad activa en lo cultural y económico que coexiste, paradójicamente, con un congelamiento simbólico en el más alto nivel político. La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no solo ha refrendado la histórica petición de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, para que la Corona Española ofrezca un perdón por los agravios de la Conquista y la Colonia, sino que ha elevado este gesto a la categoría de una condición sine qua non para el avance pleno en la relación bilateral. Cinco siglos después, la sombra de la Conquista se proyecta directamente sobre la diplomacia actual, definiendo la pauta de las interacciones futuras.
El epicentro de la tensión contemporánea se remonta a 2019, cuando el gobierno mexicano envió una misiva formal al Rey de España, Felipe VI, solicitando un reconocimiento y una disculpa. La presidenta Sheinbaum ha sido enfática al calificar aquella carta de “muy diplomática”, contrastándola con la respuesta que recibió España, que tachó de “poco diplomática” y que vinculó a una abierta “campaña contra el presidente” en el país ibérico. Con una postura de firmeza que asegura la continuidad de Estado, Sheinbaum ha declarado: “Nunca estuvimos de acuerdo con la manera en que respondieron y seguimos esperando esta respuesta”. Esta declaración transforma la petición en una asignatura pendiente ineludible que oscurece cualquier otro tipo de avance simbólico o político.
La cautela y la reserva que definen la postura del Palacio Nacional quedaron de manifiesto ante un gesto, en apariencia, inocuo. Ante el deseo de la Princesa Leonor, heredera al trono español, de realizar una visita a México, particularmente al emblemático Bosque de Chapultepec, la presidenta Sheinbaum respondió con un lacónico pero elocuente “Bueno… vamos a ver”. Esta frase, lejos de ser una simple duda, funciona como una herramienta diplomática de alta precisión, que comunica un mensaje claro: ninguna interacción, por protocolaria o familiar que parezca, está exenta del contexto político general. La Casa Real, como símbolo del Estado que se niega a abordar el pasado colonial, no puede esperar una recepción plenamente cálida sin un gesto que subsane el agravio histórico.
Este pulso diplomático se desarrolla en medio de una compleja dualidad en la relación bilateral. Mientras el diálogo político sobre la historia permanece estancado, los vínculos en otros ámbitos fluyen con notable dinamismo y vigor.

Un claro ejemplo es la activa colaboración cultural, con exposiciones mexicanas de alto nivel en Madrid y, más recientemente, el reconocimiento internacional a la contribución mexicana con la entrega de dos Premios Princesa de Asturias 2025: uno a la fotógrafa Graciela Iturbide y otro al Museo Nacional de Antropología, evidenciando un profundo respeto por la riqueza cultural de la nación.
La paradoja es innegable: empresas, turistas, artistas y académicos han construido puentes sólidos que ambos gobiernos no solo mantienen, sino que activamente promueven. Sin embargo, esta cooperación activa no es suficiente para sanar la herida simbólica en el más alto nivel estatal. Un potente recordatorio de esta distancia fue la ausencia del Rey Felipe VI en la toma de posesión de la presidenta Sheinbaum en 2024, un evento que subraya que la reconciliación, en el ámbito de la diplomacia presidencial y monárquica, se encuentra en una visible pausa.
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