La Batalla Silenciosa de La Haya:

La Batalla Silenciosa de La Haya:

Cómo Leibniz Enfrentó el “Ateísmo” de Spinoza para Salvar la Libertad Humana

Por Melchisedech D. Angulo Torres/ Politólogo

El encuentro de noviembre de 1676 en La Haya entre Gottfried Wilhelm Leibniz y Baruch de Spinoza trasciende la mera anécdota, posicionándose como un hito crucial que redefinió el rumbo de la metafísica moderna y, consecuentemente, de la moral y la teología occidentales. En un momento en que el racionalismo del siglo XVII alcanzaba su cenit, esta reunión secreta no fue una simple charla, sino el choque frontal de dos visiones de la realidad: la del monismo panteísta y determinista de Spinoza, y la del pluralismo emergente de un Leibniz obsesionado con preservar la noción de individuo y la libertad divina. Este diálogo, forzado por la sed intelectual de Leibniz y facilitado por el matemático Tschirnhaus, es el punto donde la razón se enfrentó a su propia conclusión más radical y peligrosa.

​La figura de Spinoza, excomulgado e infame por sus ideas tildadas de ateas, representaba el espejo al que Leibniz no quería mirar, pero del que no podía apartar la vista. El acceso privilegiado que el joven filósofo de Maguncia obtuvo a los manuscritos inéditos de la Ética —el núcleo tangible de su visita— le permitió enfrentarse al sistema de “Dios sive Natura” en su forma más pura. Leibniz no conoció el determinismo por rumores, sino al copiar y estudiar las definiciones geométricas que disolvían la individualidad en modos de una única sustancia. La contundencia intelectual del sistema spinoziano actuó, paradójicamente, como un formidable acicate para que Leibniz se viera forzado a construir una filosofía alternativa que, sin renunciar al rigor racional, ofreciera una salida teológicamente aceptable al fatalismo.

​La tensión filosófica que emanó del encuentro es la fuente de las contribuciones más importantes de Leibniz. Frente a la disolución del individuo en la Única Sustancia spinoziana, Leibniz desarrolló su teoría del pluralismo de mónadas: infinitas sustancias simples, cerradas y con una individualidad garantizada por el principio de la Identidad de los Indiscernibles. Más aún, la solución de la Armonía Preestablecida para la interacción mente-cuerpo puede leerse como una respuesta directa al problema que el riguroso paralelismo de Spinoza había planteado. Su sistema entero se convirtió en una réplica meticulosa, diseñada para salvaguardar la trascendencia divina y el espacio para la justicia y la misericordia en un universo que Spinoza había reducido a fría necesidad.

Es fundamental destacar la ambivalencia con la que Leibniz manejó la influencia de Spinoza. Si bien sus propios apuntes y el desarrollo posterior de su obra demuestran una asimilación crítica y profunda, Leibniz fue extremadamente cauto y hasta negacionista en su correspondencia pública, llegando a calificar a Spinoza de peligroso. Esta negación vehemente no fue solo prudencia política; fue una estrategia intelectual para deslindar su sistema, su Teodicea, de cualquier sombra de determinismo fatalista, asegurando la supervivencia de valores como la libertad y la moralidad en el panorama filosófico. El filósofo de La Haya había planteado el problema; Leibniz se propuso ofrecer una solución conservadora que reconciliara la razón con los dogmas.

@_Melchisedech

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