Por Melchisedech D. Angulo Torres/ Politólogo
El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, ha vuelto a generar revuelo en el escenario geopolítico al proponer una cumbre entre la Unión Europea y Rusia que excluye a Bruselas y a Ucrania.
Esta iniciativa, que sugiere que la UE debería ser representada únicamente por el canciller alemán, Friedrich Merz, y el presidente francés, Emmanuel Macron, ha causado gran preocupación y ha puesto en evidencia las profundas divisiones estratégicas dentro del bloque. Los analistas ven en esta propuesta un intento deliberado de eludir los mecanismos de toma de decisiones colectivas de la UE, creando un precedente peligroso que podría marginar a las instituciones europeas.
La propuesta de Orbán de negociar directamente con Moscú no es un hecho aislado. En marzo de 2025, el líder húngaro ya había instado a la UE a dialogar con Rusia para lograr un alto el fuego en Ucrania, negándose a respaldar una declaración conjunta con otros líderes europeos.
Esta postura choca frontalmente con la posición oficial de la UE, que ha reafirmado que Ucrania debe tener libertad para determinar su propio futuro y que cualquier resolución diplomática debe considerar sus intereses de seguridad. El enfoque de Orbán parece buscar un acuerdo de seguridad que acepte una esfera de influencia rusa y, crucialmente, excluya a Ucrania de la mesa de negociación.
La estrategia de Orbán ha tenido un costo político significativo dentro del bloque. Su histórica alianza con Polonia, por ejemplo, está en ruinas. La diplomacia polaca lo acusa abiertamente de socavar la cohesión europea y de actuar en favor de los intereses rusos, lo que demuestra un profundo deterioro en las relaciones bilaterales. Esta ruptura con uno de sus aliados más cercanos es un claro indicativo del creciente aislamiento político de Hungría.
Además, la postura de Hungría ha generado una profunda frustración en la OTAN. Los recurrentes bloqueos de Orbán a las decisiones de la Alianza Atlántica y sus acercamientos a Moscú han convertido a Hungría en un elemento de fricción constante. La OTAN considera que estas acciones no solo retrasan decisiones cruciales, sino que también minan la credibilidad y la unidad de la alianza, un factor vital en un momento de crisis de seguridad.
Lejos de ganar adeptos, la estrategia de Orbán ha consolidado su imagen de enfant terrible de la UE, reforzando su aislamiento político y disminuyendo su influencia real. Aunque la UE no está en un estado de desintegración, la cohesión del bloque está siendo puesta a prueba como nunca antes, por las acciones de uno de sus propios miembros.

El líder húngaro, lejos de ganar aliados para su causa, ha logrado un efecto contrario: ha fortalecido la unidad del resto de la UE en torno a los principios de soberanía ucraniana y seguridad colectiva.
La estrategia de Orbán es clara y consistente: busca un realineamiento geopolítico que priorice un entendimiento directo con Moscú. Este posicionamiento, más allá de ser una simple maniobra diplomática, es una pieza clave en el puzzle del iliberalismo de Orbán, con el que desafía el consenso occidental y se presenta como un líder alternativo en la escena europea.
Sin embargo, su plan tiene un alto precio para Hungría, que se ve cada vez más aislada y con menor influencia en el corazón de Europa. ¿Podrá Orbán mantener este rumbo o la presión de sus socios europeos lo obligará a reconsiderar su estrategia? Solo el tiempo lo dirá.
@_Melchisedech