¿SALVÓ PROUST A BERGSON?

¿SALVÓ PROUST A BERGSON?

EL NOVELISTA QUE CONVIRTIÓ LA FILOSOFÍA DEL TIEMPO EN ARTE PARA REDIMIR AL HOMBRE

Por Melchisedech D. Angulo Torres/ Politólogo

A finales del siglo XIX, la concepción tradicional del tiempo, la del “reloj”, lineal y mensurable, se resquebrajó, sumiendo a la conciencia moderna en una profunda crisis existencial. Filósofos y artistas buscaron desesperadamente una vía de escape al tiempo enajenante.

En esta encrucijada, dos titanes, el filósofo Henri Bergson y el novelista Marcel Proust, ofrecieron respuestas que, aunque distintas en su formulación, convergieron en la búsqueda de la realidad temporal genuina: el tiempo vivido.

​El problema, según Bergson, radicaba en la confusión entre el tiempo útil de la ciencia, o Tiempo Espacializado, y la verdadera materia de la conciencia que él llamó Duración (Durée). La Duración es un flujo continuo e ininterrumpido donde cada momento se interpenetra con el pasado, impidiendo cualquier fragmentación.

El filósofo sentenció: el hombre moderno, al vivir regido por el tic-tac, se aliena de su propia realidad interior. No obstante, si bien Bergson diagnosticó el problema magistralmente a través de la intuición filosófica, la vida cotidiana seguía implacablemente su curso cronológico.

​Fue el novelista Proust quien recogió este guante filosófico y lo transformó en una solución estética monumental con En busca del tiempo perdido. El llamado “tiempo proustiano” es la concreción narrativa de la Duración. Proust dinamita la cronología lineal, imitando formalmente ese flujo bergsoniano donde todos los tiempos coexisten. Pero la verdadera genialidad está en el mecanismo de la memoria involuntaria—una magdalena, el ruido de una cuchara—que irrumpe de forma azarosa, no por un esfuerzo intelectual.

​Esta irrupción sensorial no es un simple recuerdo, sino una resurrección del pasado en el presente. El yo del presente se superpone al yo del pasado en un instante de gracia que trasciende la temporalidad. Proust, sin embargo, se aparta de Bergson en un punto crucial: para el novelista, el acceso a este tiempo puro no es continuo (como la intuición bergsoniana), sino fortuito y discontinuo. El tiempo está “perdido” hasta que la sensación lo rescata. ​La fricción entre el filósofo y el escritor se resuelve en el ámbito de la estética. Mientras Bergson se enfoca en la captación filosófica del flujo, Proust convierte el Arte en la única vía de redención final. La misión del artista es fijar y comunicar estas epifanías de la duración.

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. Al dilatar un único instante (Tiempo Vertical) a lo largo de decenas de páginas, en lugar de seguir la línea narrativa de los acontecimientos (Tiempo Horizontal), el novelista demuestra que la vida solo adquiere su verdadero valor cuando es traducida en obra de arte.

​Así, la vasta novela de Proust no es meramente un diálogo con Bergson, sino una respuesta existencial concreta a la crisis de la temporalidad moderna. El arte, entendido como la transcripción de las esencias temporales recuperadas, se erige como la única herramienta humana capaz de vencer al tiempo. Proust logró, donde la filosofía abstracta flaqueaba en su aplicación vital, devolverle al hombre la totalidad de su tiempo vivido, eternizándolo en la página impresa.

@_Melchisedech

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